jueves, 16 de febrero de 2012

SUFRIMIENTO Y MISERICORDIA: ESPERANZA PARA LAS VÍCTIMAS

INTRODUCCION

El titulo de esta reflexión parece afectado por una contradicción o al menos por una polisemia metafórica que es necesario clarificar; porque ¿qué significa que el sufrimiento y la misericordia sean esperanza para las víctimas. Que lo sea la misericordia, pasa ¿pero el sufrimiento? Cuando un slogan bastante difundido en este país lo que se nos dice, desde algún tipo particular de discurso religioso es: “pare de sufrir”?

Bien, yo quiero dar una mirada que quiero llamar teologal al ser compañeros de la pasión, del dolor, de la angustia y del amargo sabor de soledad de las víctimas de la violencia de esta patria acostumbrada de tal manera al sufrimiento que ya no se da cuenta que lo tiene gimiendo alrededor.



SUFRIMIENTO

En una cultura individualista, marcada por el egoísmo y la búsqueda del propio interés se vuelve irrisorio pensar en el valor del sufrimiento. ¿Para qué puede servir el sufrimiento de las víctimas? Cómo el sufrimiento de una madre a la que le han arrancado los hijos de sus entrañas para asesinarlos frente a sus propios ojos, puede tener un valor? ¿Cómo pensar que vale la pena el dolor de dejar el terruño y salir a deambular por los meandros malolientes de los tugurios de todos los alrededores de ciudades y pueblos? ¿Cómo darle valor al hecho de haber sido forzado a vender las tierras de tantos herederos para saciar la voraz insatisfacción de los victimarios de todos los talantes?

Solo más allá de toda lógica, solo más allá de toda ley, solo más allá de toda racionalidad…más allá de lo evidente, allí donde es posible una respuesta que desborda todo puede venir la consolación. Y este es el lugar de la fe: la resistencia ante sufrimiento, la entereza y la capacidad de re hacerse, no importa cuál ha sido la intensidad del dolor.

La fe es una manera de posicionarse ante el dolor y el sufrimiento. Un modo de asumirlo a partir de la trascendencia del sufrimiento en la seguridad de que éste no es la finalidad del ser humano, que ningún sufrimiento que provenga de la injusticia, de la maldad corporificada en procesos humanos de destrucción de la vida y degradación de lo derechos fundamentales a vivir y desarrollarse como hombres y mujeres libres, contradice la voluntad de Dios al crear y perpetúa la suerte del inocente injustamente condenado y del que, por las cosas que dijo, por la manera como se plantó al interior de los movimientos socio religiosos y por el modo como asumió el conflicto mayor que fueron los juicios inicuos y el asesinato, por todo eso, fue confesado como Señor y Cristo.

Entonces queda claro que el sufrimiento no es la última palabra sobre lo humano. Y eso es claro para quien se ha decidido a vivir la vida iluminada o iluminado, soportado o sostenida por la palabra que se constituye como buena nueva, como salvación de todo dolor y toda condena. El sufrimiento no tiene sentido por sí sino en la orientación y la manera como puede integrarse en un espectro mayor de búsqueda de liberación. Acompañar en el sufrimiento a las víctimas es estar allí dando un sentido a la búsqueda de superación de las causas que generan tanta falta de justicia y tanta carencia de compasión.

Desentrañar las causas del sufrimiento y señalar a los responsables del mismo es la primera actitud de compañía a las víctimas. Señalar el horizonte de una posibilidad de salida porque el dolor no es la última palabra que puede ser pronunciada es señalar hacia una ruta que, no por ser muchas veces oscura e impredecible, deja de ser ocasión de mantener la entereza y la resistencia. Acompañar en el sufrimiento no es estar ahí dando razones sino estar ahí descubriendo fortaleza y señalando horizontes de superación de tanto dolor y llanto, para que otros no tengan que vivir la condición de víctimas inocentemente condenadas. Porque al victimario se le hará justicia como a la víctima igualmente se le hará, aunque los que ostentan efímeros poderes sigan decidiendo y destruyendo


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